Sin Título

En las noches de estrellas el viento susurra en mi oído su pena. Trae el lamento de Ella, que arrastra la sangre derramada por sus flores. Le duele su falda abundante y busca sanarse con sus ansiosas lágrimas. Ante la llegada de su mensajero los árboles se estremecen, las estrellas se esconden, el múcaro vuelve a su nido. Ella viene esta noche su olor a desespero anuncia su llegada y se sienta en mi hombro. La última vez que la tuve cerca su cabello era erizado por hojas, su cuerpo era cubierto por trajes de nubes, su voz iba sonora con rocíos refrescantes. Los árboles observan quietos, las estrellas brillan interesadas y el múcaro se asoma para escuchar mejor. Me acaricia los rizos con dedos húmedos y fríos. Se acerca a mi cuello con movimientos cautelosos y su aliento corre ardiente por mi ser. Me estremezco pero no por su aliento sino por las palabras que carga su calor. Con un llanto de melancolía suplica por un descanso, quiere reponen sus curvas fatigadas, con su sereno poder sanar sus profundas heridas. Tiene el corazón torcido y el nudo se ve en su pequeño pecho, lo que ella amamanto con su seno se la están comiendo. Sus labios dan inicio a un juramento, seguido por mis palabras. “Limpiaré tu sangre en las flores, blanquearé tus nubes, retocaré tu azul cielo, abonaré tus árboles, alimentaré tu fauna, despertaré conciencias con tu canto de súplica. Me transformaré en tu libertad, en la guerrillera que lucha sin descanso. Mientras mis piernas corran despavoridas buscando lo jurado, tú irás detrás de mí, recuperando lo que te pertenece, volviendote grande y majestuosa como un día lejano te vi.” Cuando mis palabras quedan juradas, convertidas en cuerdas infinitas que amarran su clamor a mi coraje, su frío a mi calor, ella a mí… Cuando hasta la respiración está ligada a la suya lo único que queda es luchar.